Opinión

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¿Y si le damos una oportunidad a Paco Camps?

Publicado: 13/05/2025 ·06:00
Actualizado: 13/05/2025 · 06:00
  • Acto multitudinario de Francisco Camps.
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Cuando entrevisté a Francisco Camps allá por septiembre de 2024, estaba ya preparando el terreno para volver a la política. Aunque en la entrevista, a excepción de algún nostálgico rencor, no quiso disparar contra los suyos, daba la impresión de que se estaba mordiendo la lengua, que percibía a Carlos Mazón como un usurpador, como un peón impostor bendecido por una vía interpuesta convertido en Rey al que había que hacer jaque mate. Sobraba, no era más que un afortunado por el destino de los galimatías partitocráticos. Precisamente, el mismo destino que puso a Mazón en el sitio adecuado en el momento adecuado, quiso que unos compases después de que el reloj del tiempo le beneficiase, estuviese en el sitio equivocado en el momento equivocado. Allí, en El Ventorro, es donde todo se torció, cuando la existencia dejó de ser idílica, cuando en aquel restaurante el dulce del postre le amargó su carrera política. Al mismo tiempo que saboreaba las delicias culinarias con los cubiertos, sus enemigos íntimos durante generaciones afilaban esos mismos cuchillos que él usaba para comer. Si al president le sirvieron el almuerzo en una bandeja, la Dana puso en bandeja de plata su cabeza a los que no le querían. 

 

Así, ahora surge con más fuerza que nunca la alargada sombra de Camps, Carlos Mazón sueña con él proyectando su legado en el fantasma de las navidades pasadas, unas en las que aparece el ex president de la Generalitat en la cresta de la ola, esa que hizo grande a Valencia de nuevo. El espíritu de las navidades pasadas es el mismo que el de las navidades futuras, porque sabe que, de no haber explotado las causas judiciales contra su antecesor, seguramente él nunca hubiese sido jefe del Consell, su futuro tal y como ahora se lo imagina no hubiese existido. Aunque intente ignorar a Paco Camps, le importa más de lo que parece, por lo menos ahora. Quizá hace un tiempo le hubiese percibido como un iluminado, como un nostálgico quijotesco emparanoiado por las historias de caballería que vivió a lomos del cordel que representa el escudo de la Comunitat. Sentimentalmente, que uno de tus antecesores rivalice para quitarte el sitio tiene que ser incómodo cuanto menos. Sobre todo, cuando ves que va en serio, que no era un farol, que no era fruto de la crisis de la mitad de vida sino que es un convencimiento basado en unas convicciones políticas fundamentadas en la recuperación de la honra.

 

Al ex president de la Generalitat le ha pasado lo mismo que al presidente de los Estados Unidos. No sé si recuerdan cuando en 2016 Donald Trump se postuló para entrar como nuevo inquilino en la Casa Blanca, muchos se lo tomaron a broma, creían que no era más que un nuevo entretenimiento propio de un excéntrico multimillonario hastiado de no saber qué hacer con tanto dinero. Con el avance de las primarias republicanas, el empresario neoyorquino fue dejando a todos en la cuneta, pese a ello, se dio por hecho que Hillary Clinton arrasaría en las elecciones de 2017 y más de uno se atragantó cuando Trump terminó ganando los comicios. Con Paco Camps ha pasado lo mismo, le han caricaturizado como un loco, un desnortado aburrido con su jubilación forzosa. Han pasado meses y meses y sus aspiraciones siguen intactas, está decidido a volver a la política, a sustituir a Carlos Mazón al frente del Partido Popular y de la Generalitat. Sabe que el partido, incluso antes del desastre de la Dana, estaba pegado con el super glue del poder que, en el fondo, el PP a nivel autonómico no era todo lo fuerte que se esperaba, ahora con lo ocurrido en octubre del año pasado, tiene una legitimación más plausible para recuperar el trono del que nunca debieron echarle.

 

Manuel Vilas escribe en su crónica titulada América, que en Estados Unidos sienten predilección narrativa por esas historias de superación, por esos personajes que tras haber caído en desgracia sacan fuerzas de flaqueza y resurgen como el Ave Fénix de su figura completamente quemada. Paradójicamente, en EEUU, pese a ser un país netamente protestante y que cree en la predestinación sin dejar espacio a cualquier redención posible, se praen la rehabilitación pública de las personas. En España, aunque somos culturalmente católicos y deberíamos creer en la salvación, tendemos a demonizar a los señalados hasta marcarlos. Alguien como Camps no tendría problema en volver en Estados Unidos, aquí, sin embargo, será complicado. Quizá deberíamos preguntarnos si alguien como él debería volver a la política, si un dirigente absuelto de todas sus culpas tiene derecho a una segunda oportunidad; más teniendo en cuenta que en otros partidos como Podemos se ha ofrecido una redención a delincuentes condenados. 

 

Paco, vete y no peques más.

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