VALÈNCIA. Uno de los más sorprendentes fenómenos de funambulismo de la política española en los últimos años es el de Vox y su vinculación con la Generalitat Valenciana. Resumiendo mucho: Carlos Mazón fue investido president de la Generalitat gracias a Vox. Continúa como presidente gracias a Vox. Es más: ha aprobado unos Presupuestos pactados con Vox. Por otra parte, Vox comenzó la legislatura como socio de Gobierno, no sólo parlamentario, de Mazón. Y se hizo cargo de las competencias en materia de Emergencias hasta abandonar el Gobierno de Mazón, coordinadamente con los demás ejecutivos autonómicos en los que participaba, escasos meses antes de que se produjeran las inundaciones del 29-O.
La jugada le salió muy bien a Vox, porque parte del desgaste público y la erosión electoral que conlleva la desastrosa gestión de esta crisis por parte de Mazón le habrían correspondido, de seguir en el Gobierno. En cambio, ahora Vox no es ni gobierno ni oposición, sino todo lo contrario: apoya a Mazón, es fundamental para que siga ahí, para bloquear cualquier eventual relevo, pero al mismo tiempo no se ve afectado por las consecuencias. No sólo no se ve afectado, sino que se beneficia del descenso del PP, que al menos en parte pasa a engrosar sus filas. Con ello, Vox ha logrado hacer un doble salto mortal, en el que incluso la llamativa desidia de sus cargos, tanto en Valencia como en Madrid, en lo que se refiere a su presencia pública en los municipios afectados por la Dana (un total de cero visitas de Santiago Abascal en estos siete meses; sólo ha venido para sablearles una paella a los suyos), no parece pasarles factura, gracias a que sus rivales políticos en el PP y el PSOE han hecho más o menos lo mismo.

- El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo conversa con el presidente de VOX, Santiago Abascal. -
- Foto: JESÚS HELLÍN/EUROPA PRESS
En apariencia, Carlos Mazón sigue siendo el principal problema de Alberto Núñez Feijóo para llevar la iniciativa política en España, porque cada vez que se mueve le disparan por mantener a Mazón al frente de la Generalitat. Sin embargo, el problema real no es Mazón, un cadáver político desde el mismo día de la Dana, sino quien le mantiene ahí, que es Vox. Igual que las huestes del Cid, que le ponían después de muerto en su caballo, al frente de sus tropas, para que ahuyentara a los sarracenos, Vox mantiene a Mazón al frente de la Generalitat para que ahuyente a sus propios votantes y algunos se vayan, paradójicamente, a Vox. Si en el PP supieran a ciencia cierta que Vox iba a apoyar un cambio al frente de la Generalitat, ya se habría producido dicho cambio, como por otra parte exigen con cada vez más claridad todas las encuestas (la última, del diario Levante-EMV: ocho de cada diez valencianos quieren que sea sustituido, y menos de uno de cada diez quieren que siga).
Vox es el verdadero problema para el PP, y no sólo por Mazón. Mazón es la última manifestación de una vinculación indispensable para que el PP pueda gobernar en casi cualquier parte, pero que le cierra otras puertas. Y estos días lo estamos volviendo a ver, por enésima vez. Núñez Feijóo, aprovechando nuevas revelaciones de una supuesta conspiración del PSOE contra la UCO de la Guardia Civil, ha convocado una manifestación exigiendo la dimisión de Pedro Sánchez. Que estas revelaciones tengan tanta importancia política como afirman Feijóo y el PP ya es una cuestión distinta, porque en el escenario de extrema polarización de la política española todo lo que hace o podría haber hecho, tal vez, el contrario, es gravísimo, y lo que hacemos nosotros siempre tiene una explicación o no es para tanto. Así que esto igual es una conspiración de fontaneros del PSOE para desacreditar una unidad de investigación que les está poniendo en problemas; o igual es palabrería de militantes que se dedican a presumir de lo que mandan sin mayor fundamento; o cualquier espacio intermedio entre ambas aseveraciones. Eso está por ver.

- El presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, y el portavoz de VOX en las Corts, José María Llanos. -
- Foto: JORGE GIL/EUROPA PRESS
Lo que no está por ver, en cambio, es el bloque parlamentario, que sigue siendo el mismo de siempre. Ni por estas, ni por ninguno de los otros escándalos, de mayor o menor gravedad, que hayan estallado en estos meses, va a lograr Núñez Feijóo que nadie que no sea Vox apoye una moción de censura liderada por él. Y el motivo es que, junto con el PP, esa moción, igual que un eventual Gobierno del PP, estarían necesariamente apoyados por Vox. Estamos en ese bucle electoral desde 2019. La izquierda se moviliza, muy a su pesar, para apoyar a un Gobierno ventajista y chanchullero, fundamentalmente porque perciben que la alternativa es mucho peor. Seguimos ahí, y mientras las cuentas le salgan a Pedro Sánchez ahí seguiremos.
El sueño del PP de conseguir una "mayoría suficiente" (léase "suficiente con el PNV y sin Vox") es cada vez más lejano, porque, aunque todas las encuestas dan mayoría a la suma de PP y Vox, todas dejan muy claro que sin Vox es imposible que salgan las cuentas. Eso todo el mundo lo sabe. Lo saben en el Gobierno, lo saben en el PP, y desde luego lo saben en Vox, un partido que hasta ahora crece nutriéndose de descontentos del PP, y no tanto (como sí sucede en otros países de nuestro entorno) a base de votantes sociológicamente de izquierdas que acaban en el extremo opuesto por diversas razones (como ocurre, por ejemplo, desde hace décadas en Francia con el Frente Nacional). El PP sigue, así, en la misma ecuación en la que lleva desde el ascenso de Pedro Sánchez a la presidencia: no le salen las cuentas sin Vox ni apelando a un discurso más nítidamente derechista ni buscando el centro y la disputa de votantes con el PSOE. Sólo le salen con Vox. Nadie ha entendido mejor eso que Carlos Mazón, que desde el minuto uno estuvo dispuesto a pactar con Vox lo que hiciera falta con tal de mandar y, después, de continuar mandando. Y ahí sigue, contra toda evidencia.