Opinión

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La IA explora los vacíos que sienten los jóvenes

Publicado: 11/06/2025 ·06:00
Actualizado: 11/06/2025 · 06:00
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Las primeras veces que escuchamos hablar de la Inteligencia Artificial, imaginábamos un futuro lleno de maravillas tecnológicas: máquinas que componían música, escribían novelas, o incluso imitaban las voces de quienes ya no están entre nosotros. Todo eso parecía sacado de una película de ciencia ficción. Pero lo verdaderamente sorprendente no es lo que la IA puede crear… sino lo que puede escuchar.

Hoy sabemos que los jóvenes no solo recurren a la IA para hacer sus deberes o redactar ensayos. Muchos de ellos la buscan en silencio, en la intimidad de sus pantallas, como una forma de terapia emocional. Según Statista, en 2023 las aplicaciones digitales de salud mental superaron los 500 millones de usuarios. Más aún, según el estudio de Telemedicine and e-Health, el 60% de los jóvenes consideran útil hablar con una inteligencia artificial sobre lo que sienten.

¿Por qué? Porque es anónima. Porque está disponible a cualquier hora. Porque no cuesta dinero. Y sobre todo, porque no juzga.

Pero esto nos deja una pregunta inquietante: ¿qué está ocurriendo en el mundo emocional de nuestros jóvenes para que prefieran volcar su tristeza, su ansiedad o su soledad en un algoritmo antes que en una persona? ¿Cómo hemos llegado al punto en el que una inteligencia artificial se convierte en el único “alguien” que sienten que los escucha?

Es estremecedor pensar que, a pesar de contar con familias, amistades y profesionales, muchos jóvenes se sientan más cómodos confesando su dolor a una máquina. Más aún, que sea ese ente invisible el único que les devuelve palabras de consuelo al instante, sin interrumpir, sin mirar raro, sin decepcionarse.

Como sociedad, debemos preguntarnos con urgencia en qué momento dejamos de ser refugio para nuestros jóvenes. ¿Cuándo perdieron la confianza en los oídos humanos? Tal vez no se trata de reemplazar la IA, sino de recuperar los abrazos, las conversaciones cara a cara, los silencios compartidos. Porque por muy avanzada que sea la tecnología, nada puede reemplazar el calor de una voz humana que dice: "Estoy aquí. Te escucho. No estás solo".

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