En otra época, el acto macarrónico, chulesco y tabernario de Isabel Díaz Ayuso en la Conferencia de Presidentes habría recibido la reprobación de la mayoría da la sociedad. Sin embargo, en este ambiente profundamente contaminado por el CO2 de la polarización y de descortesía, la presidenta de la Comunidad de Madrid fue aplaudida y respaldada cual líder espiritual de la oposición que es. Carlos Mazón fue recibido por un baño María de multitudes en la manifestación de Madrid; con la que tiene encima en Valencia y no tiene otra cosa mejor que irse a la capital a pedirle a Pedro Sánchez que se vaya. Dichosos los ojos cuando el jefe del Ejecutivo apareció tras la Dana y el president se afanó en agasajarle con su labia zalamera. Víctor de Aldama vive en un partido del Zamora permanente (equipo del que es propietario) y construye extensiones del palco en platós de televisión y en salones de conferencias, aupado por su forofismo recibe el calor de la grada de colegas inesperados de la derecha más casposa. Leire Díez se rebela como una periodista de investigación de reconocido prestigio, una heredera ibérica de los que destaparon el caso Watergate y, sin embargo, más allá del surrealismo que es esta en sí misma, nos centramos en sus mentiras perogrulladas.
El otro día lo dije en un plató de televisión fuera de micro, y pese a que mis interlocutores me miraban con asombro y desencanto, sigo defendiendo que España está llena de Leires Díez y de Víctor de Aldama. No sé si la degradación moral en Occidente afecta más a nuestro país que al resto de inhóspitas repúblicas independientes de cada casa, pero desde luego, el nivel de los referentes informativos, mediáticos y políticos ha bajado de una manera considerable. No pretendo meter a todos en el mismo saco, evidentemente no son lo mismo Ayuso que Mazón o Aldama y Leire, bueno, estos dos sí son lo mismo, pero en este grupo de imperfectos desconocidos impera una cosa: la falta de elegancia y estética que le debe presuponer a cualquiera que tenga la mínima relación con el poder. Nada ha hecho más daño a la sociedad como la descatalogación de los Tratados de buenas maneras o la ardua tarea de encontrar El político de Azorín.
En otro tiempo, Isabel Díaz Ayuso habría sido considerada una paleta, una cateta madrileña que vive en la capital con espíritu aldeano, una cantamañanas iletrada que no conoce la idiosincrasia de España. En otro tiempo, Carlos Mazón no estaría yendo a manifestaciones masivas de su partido con el rango de president de la Generalitat Valenciana, sino que estaría en su casa, recluido en los cuarteles de invierno, sin querer salir a la calle porque tendría de todo menos séquitos de fan enloquecidos. Tampoco el líder de su partido se aseguraría de figurar con él en una comida de partido como la que se celebra este martes en Alicante. En otro tiempo, un personaje siniestro como Víctor de Aldama no habría tenido ninguna relación con el Gobierno de España y ni mucho menos se le habría dado el mínimo mando en plaza. Tampoco los medios de comunicación se habrían apresurado en recoger su testimonio. En otro tiempo una mindundi como Leire Díez no habría tenido tal poder de influencia en las cloacas del Estado, no habría pasado de ser la militante friki que pone todas las carpas del PSOE pero que no consigue medrar en el organigrama.
Cualquier tiempo pasado fue mejor. Sin embargo, cualquier tiempo pasado no fue tan bueno como para los que representan lo peor de la política.