Comer

Ryoko, cocina nikkei con alma valenciana

Al llevar una alimentación basada en plantas, siempre estoy a la caza de los lugares que ofrecen alternativas saludables, que amen la gastronomía, y que además la comida sea una experiencia chispeante. Porque para comer arroz y lentejas me quedo en casa. Pero desde que escribo en la guía, «this has become a must» cuando encuentro el lugar es como ¡Bingo!

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Y tengo que decir que los que me conocen también buscan conmigo, así fue como encontré Ryoko.

Ryoko es un encantador restaurante de comida Nikkei ubicado en la calle Ciscar 49. El restaurante nace de la inconmensurable búsqueda gastronómica de Adam V. Boyer quien no ha escatimado en viajar a Perú, Japón, Tailandia, Italia, Holanda con el único propósito de adentrarse en la identidad culinaria y cultural para experimentar desde las raíces tradicionales la fusión que hoy nos deleita en Ryoko, que se traduce del japonés «viajar», y es lo que ha hecho Adam para crear su laboratorio de emociones comestibles.

Cuando digo que el restaurante es encantador, es que encanta. La pasión que tiene Adam por la hostelería se nota. Él, igual está en cocina como chef, que está en la sala. En cocina es un virtuoso del sabor y el detalle, en sala es un derroche de amabilidad sincera y contagiosa; no se como lo hacen él y su equipo, pero nos hacen sentir a los comensales como si compartiéramos una misma mesa, y estuviéramos conectados por algo en común, como una cena de despedida o bienvenida. Cada persona que abandona el restaurante se despide con palabras cálidas de placer y gratitud…
 

Y esto es lo que me dejó entrever Adam en la entrevista, con una actitud humilde y grata, honró con orgullo cada uno de los chefs con quien trabajó y de quien aprendió la cocina nipona. Del grupo Tasten, que incluía al Kaido Sushi Bar que ostenta una estrella Michelin, así como de José Oswaldo que le enseñó la cocina peruana. De esta fusión nace la cocina Nikkei. A José Oswaldo lo conoció en el restaurante La Gaia de Ibiza, galardonado con una estrella Michelin y dos Soles Repsol, donde Adam fue parte de un equipo de excelencia con los mejores chefs de España.

Pero Adam no se conformó, quería ser chef privado en Ibiza y para aprender y perfeccionar su inglés se fue a Holanda, trabajó como subchef en el hotel Marriot (no podía ser chef porque no hablaba holandés) y confiesa que no aprendió cocina, lo que sí aprendió, fue gestión, pues tenían de 300 a 500 comensales cada día. Adam no se había dado cuenta, pero la vida tenía un plan secreto para él y lo fue colocando en todos los sitios necesarios para que llevara a cabo su creación.

Más tarde su sueño de ser chef privado se realizó en Ibiza, bajo el estrés de cocinarle a personas muy top (en sus palabras) y allí aprendió y perfeccionó el detalle.

Entonces llegó el covid, parece que contar la historia antes y después de Cristo se ha transformado en antes y después del covid. Su esposa le dijo: «Es tiempo de abrir tu propio restaurante». Él dijo: «Pero todos los restaurantes están cerrando —y mi suegra contestó—, pues tú piensa que todos cierran y tú abres»

Y con este empujoncito entre la esposa y la suegra, empezo la aventura de Rioko, un restaurante con nombre japonés y alma valenciana que ensalza la cocina Nikkei.

 
 
 

Un poco del origen. La cocina Nikkei es el resultado de un fascinante mestizaje culinario que surgió del encuentro entre dos culturas milenarias: la japonesa y la peruana. Nacida de la inmigración japonesa al Perú a finales del siglo XIX, esta fusión no solo combina ingredientes y técnicas, sino también historias, tradiciones y sensibilidades. A lo largo de más de un siglo, la cocina Nikkei ha evolucionado hasta convertirse en una propuesta gastronómica única, reconocida en todo el globo terráqueo por su creatividad, frescura y equilibrio. A mi me parece que también es una expresión contemporánea de identidad y adaptación.

Por supuesto que para pesquetarianos sería el lugar ideal, pero también para veganos. Adam veganiza, o mejor dicho, elimina el pescado para que tú comas una comida basada en plantas. En realidad Adam hace lo que haga falta para que tu experiencia en Rioko te la lleves en las papilas gustativas y en la piel.

Cuando le expliqué que no comía pescado me sugirió de entrante coliflor crujiente en adobo. Es una coliflor en dos cocciones, marinada en adobo con mayonesa de ajo negro. Y que increíble que mientras lo escribo vuelve y se me hace agua la boca. Cuando la pruebes te darás cuenta que aún me he quedado corta con halagos…

La causa limeña, siempre me pareció patata hecha arte, y aquí con el ají amarillo y coronada de boniato frito es arte inverosímil, es cremoso y crujiente, siempre que están estas dos mezclas algo canalla se experimenta en el paladar.

«¿Que quieres de plato fuerte?», me preguntó. «Yo no soy de curry», le dije. «Pruébalo», me dijo. Le hice caso y ¡dios!, curry rojo de boniato con fríjoles negros, arroz al coco pico de gallo y arroz jazmín al vapor. No te digo más…

Natalia pidió un arroz chaufa, que también lo veganizaron quitándole el huevo. Se veía increíble, salteado con shitakes. Yo no podía comer más. Dijimos: «Todo está muy rico, pero basta», y nos tentó con un yuzu pie deconstruido con crema de lima japonesa, tartaleta de mantequilla, merengue y kumquat, que no te recomiendo porque te comerías dos aunque estuvieras empachada. No puedes sucumbir a la tentación.
 

La carta continua, en un viaje entre varias culturas, es una verdadera aventura gastronómica que no te quieres perder. Los vinos merecen una mención extra.

«¿Como has hecho para crear esta carta tan suculenta?» le preguntamos. En sus palabras: «Muy fácil… saltándonos las normas».

Que gusto da, encontrar restaurantes que te sorprendan de la A a la Z.

 

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